miércoles, 27 de octubre de 2010

Un hombre nuevo según la esperanza

El hombre “nuevo” es el hombre según la esperanza. El hombre “nuevo” es la esperanza. Creo que este es el juicio mas sintético y también más justo para resumir lo que Pablo describe en el magnífico capítulo octavo de la Carta a los Romanos cuando habla elEspíritu, el cual está en germen dentro de nosotros, como una semilla de lo que será y que nos permite estar seguros y esperar.

En efecto, el Espíritu, antes que empujar al hombre a realizar un acto deesperanza, lo hace esperanza, pues inicia en él algo que según el designio de Dios será llevado a conclusión.
Podríamos ser acaso solamente el obstáculo de la conclusión pero el Espíritu nos es dado para que el hombre alcance dicho término: la resurrección, la plena libertad de los hijos de Dios, el mundo renovado.
El hombre nuevo es esperanza, el hombre espiritual es esperanza. Por esto, expresa, vive y testimonia la esperanza. Es ya esperanza por que es un principio que es garantía del cumplimiento. El Dios de los principios y de las promesas es el Dios del cumplimiento. En Él no hay “sí” y “no”. Pablo, en el primer capítulo de la Segunda Carta de los Corintios, escribe que en Él se encuentra solamente el “si”. Además, en nosotros hay el “si” y el “no”, pero en Cristo hay solamente el “si” a las promesas del Padre. En verdad, sobre esto se apoya la esperanza del cristiano.

El cristiano espera por sí mismo y por el mundo, por que dice: “Hay una salida, no todo es cerrado, hay una referencia; más allá no está el vacío, la nada”. Entonces, espera por sí mismo y por el mundo, a pesar de que todo vaya en el sentido contrario a la esperanza. En el mundo hay esperanza no por que existía el espíritu del mundo, sino por que hay el Espíritu de Cristo. Por éste se puede esperar.

También aquí, si quisiéramos comprender al “antiguo” y al “nuevo” - como se expresa en la estructura del hombre espiritual en cuanto es esperanza por el Espíritu de Cristo-, podrámos decir que la dialéctica entre “antiguo” y “nuevo” se configura principalmente como contraste entre esperanza. Si en el primer caso se trata de un contraste, una tensión, una lucha entre sabidurías, en el segundo deberíamos decir que se trata de un contraste, una tensión, una lucha entre esperanzas. El hombre “nuevo” vive, no huyendo de esta dialéctica, sino más bien aceptándola y haciendo que sea la esperanza auténtica aquella que domine en la vida.

En la historia de la espiritualidad cristiana han existido falsas interpretaciones de la esperanza, las cuales se han manifestado como rechazo o condena del deseo, también del deseo de Dios.
La perspectiva propuesta no es, evidentemente, en este sentido, pero sí en el sentido de elaborar el propio proyecto en relación con el proyecto de Dios. A diferencia del hombre que ataca, el hombre de la esperanza en un ser humano abandonado que aprende a decir: “Soy” solamente un hombre.

Existe, además, la dialéctica entre la sumisión del hombre sin esperanza, aquel que cae en una especie de fatalismo, pensando “que tanto Dios a todo piensa” o “ nada tiene sentido” o “todo está predeterminado” y el ánimo del hombre que está seguro del sentido.

Y el sentido de la historia no es una teoría: tiene lo concreto del advenimiento que es Cristo.
Se da, por fin, la tensión, la dialéctica, entre la angustia del hombre que teme precipitarse en lo absurdo y vacío, y la paz del hombre que aprende a abandonarse al misterio, no ambiguo, de un amor primero que fue cumplido en Jesucristo.


Fuente: Canción Nueva

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