miércoles, 27 de octubre de 2010

Quiero un matrimonio feliz

Es extraño percibir que muchas parejas, aún cuando ya tienen años de convivencia, viven como si no hubiese un compromiso común entre ellos. Sabemos que dejamos marcas sensibles de aquello que somos y, en muchos otros casos, absorbemos los modos de aquel con quien convivimos. A partir de esas experiencias, quedamos más comprometidos con aquellos que están a nuestro lado, por medio de la complicidad común que rige nuestras relaciones.

Para los recién casados, tenemos la impresión que todo el tiempo del mundo sería poco para vivir la realización de los proyectos idealizados a dos. Con el pasar del tiempo, algunas parejas dejan de lado el celo, el cuidado por el otro, y el proyecto de “vivir felices para siempre” parece ser ofuscado en función de las dificultades pertinentes al convivio o tal vez por la gran importancia dada a factores de menor relevancia.

Si para establecer fuertes lazos de amistades necesitamos “quebrar el hielo”, de la misma forma, dentro de una relación conyugal será necesario rasgar la película del individualismo, melindres, rencores entre otros problemas, que podrán surgir con las tribulaciones en lo común del día-a-día. Con eso, nos dejamos ser influidos por las experiencias, conceptos, entendimientos y razones del otro. Mucho más que, apenas, dividir las obligaciones y responsabilidades comunes de la vida conyugal, debe estar el deseo de componer una nueva historia de vida con la participación especial de aquel (a) a quien amamos.

Observando a las parejas transeúntes en ambiente público, fácilmente diferenciaremos los novios de las parejas que ya viven, hay algún tiempo, el matrimonio. Hasta podemos quedar escandalizados con los novios más apasionados que intercambian caricias de manera desenfrenada, olvidándose de que están en ambiente público. En otras ocasiones, podremos ser sorprendidos con gestos de cariño de otras parejas que aparentan tener años de convivencia. Con pocos cabellos y blanquecinos por el tiempo, todavía cultivan laalegría de propiciar al otro el aliento del amor compartido en la simplicidad de un beso.

Algunas parejas todavía saben proporcionar uno al otro la seguridad por medio de las manos entrelazadas, aunque ya no tengan la misma vitalidad de fuerzas de antes. Para ellos, si fuesen interpelados con la sentencia del cónyuge: “¿Qué soy para ti?” Ciertamente la respuesta sería alguna cosa parecida con “¡Eres mi mejor pedazo!”

Tal vez algunas parejas no tengan una respuesta para la simple pregunta del cónyuge: “¿Qué soy para ti?” Aunque quien esté preguntándole eso no sea un extraño, pero alguien a quien se conoce muy bien, y está a su lado por mucho tiempo. Pues, aun conviviendo bajo el mismo techo, dividiendo la misma cama, muchos no participan de la vida uno del otro como si fuesen uno.

Tal vez, los recaditos apasionados en un pedazo de servilleta, o el beso del “buen día” sumado con el deseo de comprometerse con el cónyuge en aquello que contribuyó para su felicidad, pueda ser el comienzo para hacer con que el otro se apasione nuevamente.Cada mañana será necesario revivir las actitudes que, un día, conquistaron la atención y el amor del otro. Dificultades todos las demás parejas también vivieron y supieron superar cuando, sumado a sus esfuerzos, depositaron la confianza en Aquel que los unió.

Un abrazo, Dios nos bendiga con el romanticismo renovado.

Fuente: Almas

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