miércoles, 27 de octubre de 2010

La espera permite prepararse para la otra persona

Por: Jokin de Irala


Al igual que cualquier actividad humana, la sexualidad humana lleva a la felicidad en la medida en que exista una preparación previa, cierto conocimiento y un tiempo de maduración de la persona. Resulta útil explicar a los jóvenes que el amor humano tiene que ir madurando desde el primer enamoramiento inmaduro del adolescente, hasta el amor adulto.

El amor entre un hombre y una mujer comienza por una atracción física inicial, un deseo de conocer mejor a la otra persona, un deseo de amistad. Se pasa del “amor a si mismo” a amar a otra persona aunque al principio este amor siga siendo “para uno mismo”. Podemos decir que es un amor un tanto posesivo en sus inicios porque el enamoramiento inicial nos gusta en tanto que nos aporta algo, nos da felicidad y estimula nuestro narcisismo. Con cierta frecuencia se piensa más en uno mismo que en la persona amada. Este proceso de maduración es posible si el joven adquiere simultáneamente ciertas características personales y psicológicas que son imprescindibles para crecer como persona y para tener éxito en el amor. Así, si una persona no tiene paciencia, no sabe comunicarse, no decide “avanzar” declarándose a la persona amada o “renunciar” a ella para fijarse en otra, no conseguirá nunca pasar del “amor a uno mismo” al “amor al otro”.

El proceso de maduración puede seguir su curso en la medida en que ambos vayan incorporando más claves como las que acabo de enumerar. Si aprenden a aceptar al otro, crecen en voluntad, libertad y autodominio, pueden pasar del “amor al otro para uno mismo” al “amor al otro para el otro”.

El amor puede seguir madurando y cuando los enamorados aprenden a querer realmente el bien del otro, a superar las dificultades habituales en cualquier relación humana, cuando han madurado la idea del compromiso y, si no son creyentes integrando su fe en todo el proceso, llegarán finalmente al amor adulto: ”juntos, amarán a los demás”. El amor humano adulto es fecundo, es aquel en donde dos personas abrazan el objetivo común de querer a los demás. Cuando se habla de la “fecundidad de la pareja”, no significa pensar solamente en los hijos que puedan tener juntos. La fecundidad matrimonial incluye, de hecho, tres aperturas. La pareja “como un equipo” se abre a los demás en tres vertientes esenciales. A través de la paternidad, teniendo hijos propios y/o adoptando los hijos de otros; también se abren a los demás a través de la amistad y por último se abren a la sociedad colaborando en su construcción mejora a través de la solidaridad y la participación social. El amor entre dos personas no alcanzaría su pleno potencial sino se abre a los demás, si no incluye una preocupación genuina por aliviar el sufrimiento ajeno, trabajando por ejemplo a favor de la democracia o la justicia social. Evidentemente, cada matrimonio reparte su tiempo entre cada una de estas “aperturas” según su generosidad, sus posibilidades, situaciones y aptitudes personales.

Lo que no cabe duda, al observar esta progresión de la madurez desde el enamoramiento inicial al amor maduro, es que es preferible llegar al amor y ala sexualidad adulta después de enriquecerse con todas cualidades y capacidades que permiten su pleno desarrollo. En esto consiste la preparación de la espera. La espera permite que las cualidades de la persona se desarrollen y maduren a la par de su desarrollo biológico, más automático, y sin que el impulso de la biología precipite al joven a situaciones que frenarían o harían más complicado su crecimiento personal. Esta preparación precisa de tiempo y de esfuerzo y ritmo personal. Constituye, en realidad un proceso de aprendizaje donde desempeñan papeles esenciales la voluntad de la persona que madura y sin la cual no es posible ningún cambio, la ayuda de educadores y el acompañamiento de los padres y otras personas de su familia y entorno, sobre todo cuando surgen dificultades. Los buenos amigos también son imprescindibles en la educación afectiva y sexual de la juventud en contraposición con programas de educación sexual más bien “veterinarios” o centrados solamente en la biología. No son características complejas o extrañas. De hecho, cualquier grupo de adolescentes o adultos jóvenes acabaría enumerando estas claves si se les preguntase “que cuestiones o características considera importantes para tener éxito en el amor”.

La espera es un acto de amor anticipado

Además de una oportunidad para prepararse en la serenidad y objetividad, la espera es en sí un acto de amor hacia esa persona con quien podemos acabar compartiendo nuestra vida; aunque no la conozcamos todavía. Cuando tras la espera uno se entrega a la persona amada por primera vez, no solamente le está entregando su persona entera en esa relación sexual concreta sino que, de hecho, le ofrece indirectamente el don de la exclusividad, el don de la espera, el don de las dificultades y paciencia que ha tenido en el pasado para conseguirlo. La espera se puede considerar, por tanto, como un acto de amor anticipado que se hace realidad o concreto en el momento en que uno se entrega por primera vez a la persona Amanda. Hay personas que dan poco o ningún valor a la exclusividad como don especial. Sin embargo, es una opción que objetivamente existe y puede resultar interesante a muchos si lo piensan con detenimiento.


Fuente: Almas

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